El Gabinete Relámpago: qué es y cómo se formo.
Por «Gabinete relámpago» se
conoce al gobierno de Serafín María de Sotto y ab Ach Langton Casaviella,
mayormente conocido como el III Conde de Clonard ―o Cleonard―. Este gabinete se formó la tarde-noche del 18 de octubre de 1859 y, al día siguiente, se disolvió. Fue tal el caos que se produjo ante la formación de este gobierno, que ni siquiera la historiografía actual puede afirmar si duró catorce, diecinueve o veintisiete horas.
Pero ¿quién fue este conde de
Clonard? Fue un militar muy activo y muy aclamado del ejército español,
participando tanto en la Guerra de la Independencia como en la Primera Guerra
Carlista, a favor del bando de la Reina Gobernadora, María Cristina de Borbón-Dos
Sicilias, la regente de España tras la muerte de Fernando VII y la minoría de
edad de la futura Isabel II.
En 1840 fue nombrado ministro de
la Guerra durante el gabinete de Evaristo Pérez de Castro. Un ministerio que,
al parecer, hizo ver a sus contemporáneos que, aunque pudiera ser un gran
hombre en el ámbito militar, no parecía serlo en lo referente a ser un hombre
de Estado. De todas formas, no pudo demostrar sus posibles dotes como ministro
durante mucho tiempo, pues la revolución esparterista solo le permitió
disfrutar del cargo durante unos pocos días. Asimismo le obligó a emigrar a
Francia hasta 1844, cuando llegaba a su fin la Regencia de Espartero y
comenzaba la denominada Década Moderada. Estaban por llegar diez años de
gobierno por parte del Partido Moderado, al que él pertenecía.
El Partido Moderado, a pesar de
lo que pudiera parecer por la relativa consistencia de sus diez años de
gobierno, no era un partido compacto y homogéneo, pues vino a formarse gracias
a la afluencia de personajes de otras tendencias políticas, a saber:
progresistas, carlistas o, incluso, fernandinas. El conde de Clonard, por su
parte, pertenecía al ala más conservadora dentro del liberalismo moderado del partido, debido a sus ideas
de carácter absolutista y a una vida impregnada por el fervor religioso.
¿Cómo se formó y cómo acabó el Gabinete Relámpago?
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Ramón María Narváez |
El señor duque de Valencia, Ramón
María Narváez, llevaba presidiendo el Consejo de Ministros en España, a la
cabeza del Partido Moderado, dos años, desde que llegó al poder por tercera vez
el 4 de octubre de 1847. Y cuando todo parecía ir bien ―pues la presidencia de Narváez estaba siendo de las más duraderas desde que empezó a gobernar el partido moderado en 1844―, de pronto, la noche del 18 de octubre de 1849, Narváez presentó su dimisión, acompañado por los ministros de su gabinete.
Las dimisiones de Narváez siempre
fueron precedidas por un por qué, algo que permitiera a su grupo parlamentario
entender ―que no compartir― su decisión y aceptarla de manera estoica. Esta
vez, sin embargo, no parecía haber una razón concreta para que la cabeza del
Partido Moderado presentase a Su Majestad Isabel II su dimisión.
Sea como fuere, Narváez dimitió y
le sucedió en la presidencia el conde de Clonard. En la misma noche en la que
Narváez entregaba su dimisión a Isabel II, ella le entregaba el gobierno al
conde de Clonard, quien, como era natural, procedió a formar su nuevo gabinete,
tan veloz como la fugacidad del mismo. La cartera de Guerra, así como la
presidencia, se la reservaba para él; la cartera de Estado, el conde de
Colombí, mejor conocido como Cea Bermúdez; la de Hacienda, don Vicente Arnesto;
la de Gracia y Justicia, don José Manresa; la de Gobernación y Comercio, don
Trinidad Balboa; y la cartera de Marina, don José María Bustillos. A las tres
de la tarde, según nos cuenta uno de los períodicos del momento, La Ilustración, todos los nuevos
ministros, excepto Clonard, juraron el cargo en manos de Isabel II.
En cuanto los españoles se
enteraron de la noticia, empezaron a correr las habladurías. Al mismo tiempo
que se decía que Clonard era una figura pésima como hombre de Estado, se criticaba a los componentes de su ministerio. Sorprende que el hecho por el que se criticase a todo este gabinete fuese por su fuerte conservadurismo.
Por ejemplo, en La Reforma, un periódico progresista, nos
encontramos lo siguiente acerca de la ideología del nuevo gabinete.
• Si hemos de creer a los rumores que ayer corrían entre los bulliciosos círculos políticos de la corte, los nuevos ministros se acercan más al régimen antiguo que al moderno. •
Mientras que, por ejemplo, El Clamor, también progresista, aun absteniéndose de hacer juicios
de valor, se pregunta lo siguiente.
• ¿Con qué Cortes va a gobernar el nuevo ministerio? ¿En qué partido pretende apoyarse? ¿Cuáles son sus miras? ¿A dónde nos conduce? •
Pero por mucho que El Clamor se pregunte hacia dónde iba a
conducir el gabinete de Clonard a la España decimonónica, nunca tendremos
respuesta, pues si este se formó la noche del 18 de octubre de 1849, el día 19 ya se estaba produciendo su disolución y Narváez volvería a tomar las
riendas de una España conmocionada y perdida.
¿Por qué hablo de una España
conmocionada y perdida? Aparte del caos derivado de la formación de dos nuevos gobiernos en apenas unas horas, España entera vivió un pequeño período de inestabilidad porque había ocurrido algo impensable
bajo una monarquía constitucional: la reina había hecho uso de sus
prerrogativas constitucionales y había despachado a un presidente para nombrar
a otro en base a caprichos individuales sin razón aparente.
Al hacer esto Isabel II, rompió un orden y una paz ansiada por todos los españoles después de un período de regencias, guerras civiles y caídas de gobiernos moderados en intervalos de tiempo no tan cortos como el de Clonard, pero cortos, al fin y al cabo. Nárvaez, de manera más o menos arbitrial o dictatorial, había conseguido una estabilidad que se creía perdida. Una estabilidad que, con el advenimiento del gabinete de Clonard, vino a resquebrajarse. El absolutismo murió al mismo tiempo que Fernando VII y ningún español estaba dispuesto a verlo revivir.
Pero ¿qué ocurrió realmente para que se formase este gabinete?
• Tenemos un nuevo ministerio […] completamente imprevisto, completamente ignorado, nacido no se sabe por qué, no se sabe para qué, no se sabe cómo. •
Estas eran las palabras del País, escritas bajo un epígrafe que no dejaba
lugar a la imaginación: «Golpe de Estado.» Si bien la prensa del momento creía ver muy claro lo que estaba ocurriendo, acusando a consejeros reales y tachando lo acontecido de golpe de Estado, la historiografía actual se debate entre otras opciones.
Primero voy a hacer mención a la
teoría conspiratoria a la que hacen referencia los periódicos y que acusa
directamente a Francisco de Asís, marido de Isabel II, a su confesor, el Padre
Fulgencio y a Sor Patrocinio, la famosa monja de las llagas.
Esta teoría, defendida por gran
parte de la historiografía tradicional, viene a decir que el Padre Fulgencio y
Sor Patrocinio, aprovechándose de la falta de espíritu de Francisco de Asís, al
que podrían haber moldeado a su gusto, llegaron a convencerlo para que
impusiese un gobierno neocatólico y absolutista en España. Para ello, Francisco
de Asís mandaría a Isabel una carta en la que se decía que Narváez era un
«peligro para la Corona» y se dejaba entrever un cambio de gobierno. Cuando
Narváez fue conocedor del contenido de la Carta, no dudó ni un momento en
presentar su dimisión, acompañado de todo su gabinete.
Solo con ver a los posibles
conspiradores ―dos religiosos― y las consecuencias de la conspiración ―un
fervor devoto en el poder―, se entiende por qué la opinión pública lanzaba sus
acusaciones contra la camarilla de
Isabel; solo había que sumar dos más dos para entender aquel suceso
inexplicable.
Sin embargo, la historiografía
actual parece ver otro motivo que alude directamente a la Reina. Es harto
conocida la fragilidad del matrimonio regio y los escarceos amorosos de Isabel
II con otros hombres. Uno de ellos fue el marqués de Bedmar, con el que, en un
principio, ni siquiera llegó a esconderse, lo que provocó broncas por parte de
la Reina madre y de Francisco de Asís. Sea como fuere, lo importante aquí es la
influencia tal que tenía Bedmar sobre Isabel II, que ha llevado a historiadores
como Carmen Llorca a ver en él el culpable de la caída de Narváez, al considerar que pudo ser él quien dejó caer la idea de implantar un nuevo gobierno que alejara a Narváez del poder.
Por otro lado, otros
historiadores, como María José Rubio o José Luis Comellas, parecen decantarse
por una causa doble, en la que estuvieran implicados tanto la camarilla
isabelina como el marqués de Bedmar.
Pero, como digo, estas dos
últimas teorías son fruto de la historiografía actual y de estudios vistos en
retrospectiva. En los días 19 y 20 de octubre de 1849, la población española no
tenía ni el tiempo ni la mente tan fría como para intentar entender qué estaba
ocurriendo en ese momento, que móviles podrían haber provocado ese cambio de
gabinete y si eran justificables o no. La población española solo tenía tiempo,
entre tanto caos, para cuchichear y lanzar rumores, como siempre se ha hecho y
se seguirá haciendo, con pocos o ningunos datos, que acabarían por introducir
en la mente de todos los madrileños una teoría conspiratoria a manos de «un
rey, un clérigo y una monja», como dice la frase supuestamente pronunciada por
Narváez.
Narváez, guiado por la opinión
popular, había acabado por ordenar detenciones y destierros de los principales promovedores, a pesar de que
la Reina le pidiese entre lágrimas que no castigase a nadie, pues la única culpable
de lo acontecido había sido ella misma. Cierto es que, al final, Narváez tuvo
que recular en lo relativo al castigo de Sor Patrocinio «porque entendió que el castigo era infundado». Por lo tanto, por
mucho que los contemporáneos de Sor Patrocinio quisieran echarle sobre sus
hombros una teoría conspiratoria, no parece que dicha mujer pudiera acarrear
con ese peso.
Aunque, si según Isabel II, la
culpable fue ella misma y solo ella misma, ¿por qué en su entrevista con Galdós
pronunció las siguientes palabras?
• Cierto que aquel cambio de ministerio fue una equivocación, pero al día siguiente quedó todo arreglado… Este me aconsejaba una cosa, aquel otra, y luego venía un tercero que me decía: “ni esto ni aquello debes hacer, sino lo de más allá…” Pónganse ustedes en mi caso. Diecinueve años y metida en un laberinto por el cual tenía que andar palpando las paredes, pues no había luz que me guiara. Si alguno me encendía una luz, venía otro y me la apagaba. •
No sabemos verdaderamente lo que
ocurrió, pero, tras estas palabras, entendemos que algo tuvo que pasar. Quiénes
fueron los intrigantes, quiénes aconsejaron tal cosa a Isabel, qué ocurría en
Palacio para que Isabel se dejara llevar por esos consejos…, no podemos
afirmarlo con exactitud, como hacían los periódicos del momento, así que habrá
que esperar a que toda esta situación se aclare y podamos entender mejor qué
tormenta provocó el gabinete relámpago.
¿Qué os ha parecido? ¿Qué pensáis que pudo pasar para que esto ocurriera? No dudéis en seguirme si os ha gustado, para no perderos nada, y dejarme vuestras impresiones en los comentarios 🌝
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¿Qué os ha parecido? ¿Qué pensáis que pudo pasar para que esto ocurriera? No dudéis en seguirme si os ha gustado, para no perderos nada, y dejarme vuestras impresiones en los comentarios 🌝
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES.
COMELLAS, José Luis. Los moderados en el poder, 1844 – 1854. Madrid,
C.S.I.C, 1970.
RUBIO, María José. Reinas de España. Siglos XVIII – XXI, de
María Luisa Gabriela de Saboya a Letizia Ortiz. Madrid, La Esfera de los
Libros, 2009.
Archivo del Conde Duque, Madrid.
El Heraldo, 20 de octubre de 1849, nº 2276.
La Ilustración, 27 de octubre de 1849, nº 35.
___________, 3 de noviembre de
1849, nº 36.
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