La Inquisición de Lima y el juicio contra Mariana de Castro
Mariana de Castro, también
conocida como Ana de Castro, la Bella
toledana o Madame de Castro fue
la última mujer judía quemada en la hoguera de la Inquisición de Lima (Perú) y
uno de los casos inquisitoriales que más sorprende a los historiadores. Pero no
adelantemos acontecimientos, pues primero debemos saber quién fue esta mujer.
Mariana de Castro nació en Toledo
(España) en 1686 y emigró a Lima (Perú) en 1707, junto a su marido Diego de
Dávila. Allí, una mujer cuya vida en España había pasado sin pena ni gloria, se
granjeó una fama que le iba a costar muy caro. Los primeros años de Mariana en
Perú fueron muy importantes, mejorando su posición social de tal manera que
llegó a mantener estrechos vínculos con el virrey de Perú, el marqués de
Castellldosríus. Sin embargo, no le iba a ir tan bien en el amor, por lo que,
en 1710, acabó por divorciarse de Diego. Lo que no supuso un duro golpe para
Mariana, pues en 1715 se casó con un comerciante francés, Luis de Montoran, que
le permitió llevar una vida cargada de lujos. De este modo, Mariana acabó
conformándose como una de las mujeres más odiadas y envidiadas de Lima. Fue
catalogada, según nos dicen las fuentes, de soberbia,
casquivana, mal hablada y hechicera, porque bien conocido era que mantenía
relaciones extramaritales, y las malas lenguas decían que conseguía a los
hombres mediante la magia. Siglo XVIII, no nos asustemos.
Pero la suerte de Mariana cambió
a partir del año 1722, cuando el 20 de septiembre de ese mismo año, la
Inquisición de Sevilla comenzó un proceso inquisitorial contra personas
acusadas de judaizantes. En base a los testimonios que se presentaron en Sevilla,
se emitió una orden de detención contra Mariana de Castro, que llegaría a Lima
en 1726. El 4 de septiembre de 1726, a
las cinco de la mañana, Mariana de Castro fue detenida, todos sus bienes fueron
confiscados y fue llevada a una celda, acompañada de una esclava negra.
El 11 de septiembre tuvo lugar su
primer juicio o audiencia. En el juicio, dio muestras de ser una buena
cristiana ―algo muy importante teniendo en cuenta que se le acusaba de
judaizante― y negó conocer de qué se le acusaba ―a los reos no se les decía por
qué estaban detenidos―, además de afirmar que hacía mucho que no hablaba con su
familia y no sabía nada de ellos. Fue devuelta a su celda inmediatamente, y no
salió de allí hasta el 16 de septiembre y, otra vez, el 7 de octubre. No
confesó en ninguno de los dos casos, por lo que siguió viviendo en su celda.
Y allí pasó el tiempo hasta el 13
de marzo de 1727, cuando el fiscal Cristóbal Sánchez Calderón la acusó formalmente
de que, a pesar de ser católica bautizada, había cometido herejía y apostado de
la fe y la ley evangélica. ¿Por qué diría esto el fiscal? Pues bien, en la
acusación, el fiscal se refiere a varios hechos considerados heréticos, entre
los que se encontraba la participación en rituales judíos, presenciar el
Sabbath, guardar luto por los muertos, tomar el sábado como día festivo… Pero,
sobre todo, se le acusó de no haber confesado que sus propios padres habían
sido castigados por la Inquisición. Recordemos que Mariana de Castro, en el
primer juicio, dijo no saber mucho de su familia, dada la distancia que les
separaba. Y otro punto a tener en cuenta: todos los delitos que supuestamente
cometió tuvieron lugar entre 1700 y 1706, cuando Mariana aún era una
adolescente, y los testimonios provenían de ese juicio que tuvo lugar en
Sevilla en el 1722.
Mariana, naturalmente, procedió a
defenderse, y admitió que había estado presente en diferentes ceremonias
consideradas heréticas, pero negó haber participado en ellas. En otra ocasión,
alegó desconocer las creencias religiosas de sus padres, pero también afirmó
que ella los tenía por buenos cristianos. Según los testimonios que tenemos de
esta sesión y de sesiones posteriores, la defensa de Mariana variaba tanto de
juicio en juicio que acababa por confundirse ella sola, lo que no ayudó mucho
en su defensa.
A todo esto, siguieron llegando
declaraciones de testigos que la tachaban de soberbia y polígama, aunque nunca
la tachaban de herética. Es más, muchos testigos la declaraban buena cristiana,
por lo que la confusión fue algo que impregnó en sobremanera el juicio de la
Bella Toledana. Todos estos testimonios fueron refutados por el abogado de
Mariana el 15 de septiembre de 1727, bien porque muchos de los testigos eran
heréticos a su vez o por presentar pruebas insuficientes. Como añadido, el
abogado pidió que se absolviera a Mariana de Castro de todos los delitos de los
que se le acusaba.
Pero la Inquisición limeña no
estaba dispuesta a pasar por el aro, así que recurrieron a algo que la
Inquisición no utilizaba tanto como creemos: la tortura. Si se le aplicó la
tortura a Mariana fue porque era lo que se hacía con los judíos que se negaban
a confesar, y la confesión era algo muy importante para la Inquisición, dado
que era un método que, además de rebajar la pena, te permitía obtener la salvación
eterna. Siglo XVIII, lo recuerdo.
Mariana fue torturada por primera
vez el 19 de julio de 1734, y aunque no tenemos constancia del proceso que se
siguió, sabemos que Mariana siguió declarándose inocente. Y siguió haciéndolo
durante poco más de un año, hasta que el 20 de febrero de 1735, el Tribunal de
la Inquisición decidió que era el momento de proceder a su ejecución. Mariana
iba a ser quemada en la hoguera, en un auto de fe que se celebraría el 23 de
diciembre de 1736.
• El Santo Oficio de la Inquisición hace saber a todos los fieles cristianos, estantes y habitantes en esta ciudad de los Reyes y fuera de ella, que el día 23 de diciembre del presente año de 1736, celebra auto de fe para exaltación de nuestra santa fe católica, en la plaza mayor de dicha ciudad, para que acudiendo a él los fieles, ganen las gracias e indulgencias concedidas por los Sumos Pontífices a todos los que asistieren, acompañaren y ayudaren al auto que se manda publicar y pregonar para que llegue noticias de todos. •
El 21 de diciembre se le comunicó
la sentencia a Mariana de Castro, quien pidió una audiencia para el día
siguiente. En esa audiencia, confesó haber pecado y vivido en la religión
judía, que había observado ritos y ceremonias judaicas, que había ayunado y
había realizado muchas otras acciones heréticas. Cuando los inquisidores le
preguntaron por qué no había confesado antes, alegó que le daba vergüenza
reconocer su error. Para que todo ello fuera tomado por verdadero y no como
último recurso para librarse de la hoguera, los inquisidores le pidieron un
relato detallado de los delitos. Mariana decía no acordarse de muy bien —hay
que tener en cuenta que, de lo que se le acusa, tuvo lugar hacía más de treinta
años—, y solo narró muy grosso modo los delitos que le había pronunciado el
fiscal años atrás.
Como Mariana de Castro había
confesado, se debía proceder a castigarla de otra manera que no fuera la quema
en la hoguera, pero la Inquisición de Lima no estaba dispuesta a perder a su
mejor espectáculo, pues Mariana era la única de los veintisiete reos que fueron
castigados ese día que iba a ser quemada en la hoguera. Por tanto, su confesión
no se tuvo en cuenta y ni siquiera se comentó a otras esferas de poder, como el
virrey.
Por ello, el 23 de diciembre, en
la Plaza Mayor de Lima, tras las ceremonias religiosas pertinentes, el
secretario José Toribio Román de Aulestía procedió a leer la sentencia contra
Mariana de Castro. Una vez terminada la lectura, Mariana fue bajada del
escenario construido en la plaza para la celebración del auto de fe, y en ese
momento, viendo que su muerte se acercaba a paso ligero, pidió a gritos la
intercesión del virrey para que la perdonaran, confesando públicamente que todo
lo que se acababa de leer sobre ella era cierto.
•Señor, todo lo que se ha dicho de mí es cierto, y pido a V. E [Vuestra Excelencia] que me ampare porque ya me arrepiento y prometo enmendarme y, desertando la ley de los judíos, vivir como verdadera católica cristiana.•
No había precedentes de una
acción similar, y el virrey tuvo que preguntar en voz baja qué debía hacer en
ese momento. Sin embargo, la Inquisición no estaba dispuesta a que su gran
celebración se viese truncada, así que se ordenó al alguacil mayor y al
secretario que la condujeran al sitial de los alcaldes. En ese instante, ella
preguntó en voz alta: “¿Adónde me llevan?”
a lo que se respondió: “Adonde están los
alcaldes para que firmen la sentencia de muerte.” Mariana contestó: “Si esto es así, declaro que me he levantado
en testimonio que yo nunca he judaizado. Y aquello dije por salvar la vida, que
así me lo habían aconsejado.”
Finalmente, fue llevada hasta el
patíbulo. A las cuatro de la tarde, el verdugo procedió a aplicarle el garrote
en un primer intento fallido debido a que el cuerpo de la ajusticiada se
escurrió, ya inconsciente. Al poco recuperó el sentido y dijo: “Yo he vuelto en mí, ¿qué es esto que me
sucede?” Nadie respondió, el verdugo volvió a instalarla en la estaca del
garrote, atándolo con firmeza y colocándole un nuevo cordel al cuello, el que
apretó hasta que la mujer falleció. Una vez ahorcada, fue arrojada al fuego.
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El ajusticiamiento de Mariana de
Castro generó abundantes murmuraciones a nivel popular y entre las cosas que se
dijeron fue que había muerto como mártir y que su alma se había salvado. Esto
llevó al Tribunal a publicar un edicto prohibiendo los comentarios al respecto,
por el hecho de que ellos mismos sabían que habían hecho mal, pero las críticas
cayeron duramente sobre el modo de proceder de este tribunal respecto a este
caso. Y, sobre todo, sobre los inquisidores, que más tarde se descubrirían como
corruptos.
Si os preguntáis por qué la
Inquisición hizo oídos sordos de la confesión de Mariana, podemos comentar aquí
que, entre 1725 y 1730, la Inquisición no había acometido ningún juicio, por lo
que el Consejo de la Suprema Inquisición amenazó a los inquisidores del momento
con su despido si no realizaban juicios y ejecuciones pronto. Está claro que
los inquisidores valoraron más su trabajo y su renta que la vida de una persona
inocente.
Con todo, es necesario decir que
la ejecución, según nos cuenta el inquisidor Amusquibar en 1748, tampoco se
realizó de manera legal. Para realizar el voto de una ejecución, debían
aparecer, por lo menos, tres consultores, dos inquisidores y el ordinario.
Según parece, el ordinario y los consultores no aparecieron, porque en el
cuaderno de votos solo se encontraba la firma de los dos inquisidores.
Sea como fuere, Mariana de Castro
fue la última persona quemada en la hoguera, y sirvió de punto de inflexión en
la Inquisición de Lima. A partir de su ejecución, la Inquisición limeña no hizo
más que ablandarse y perder prestigio. Desde este auto de fe, en 1736, solo
hubo cinco más: en 1749, 1761, 1800, 1803 y 1805. Estos, considerados más que
autos, autillos, se centraron más en el castigo por la lectura de libros
prohibidos cuya relevancia era tan mínima que no despertaba el interés del
pueblo. Finalmente, en 1813, las Cortes de Cádiz emitirían un edicto para
abolir la Inquisición.
¿Qué pensáis de este juicio?
¿Sería Mariana inocente? ¿Sería culpable?
Perdonad si la entrada se os hace un poco caótica, pero si detallaba el modo de proceder de la Inquisición, el juicio y cómo fue el auto de fe en su totalidad, me salían 14 páginas, y creo que nadie quiere leer eso. Igualmente, espero que os haya gustado.
Perdonad si la entrada se os hace un poco caótica, pero si detallaba el modo de proceder de la Inquisición, el juicio y cómo fue el auto de fe en su totalidad, me salían 14 páginas, y creo que nadie quiere leer eso. Igualmente, espero que os haya gustado.
BIBLIOGRAFÍA.
DE PALMA, Ricardo: Anales de la Inquisición de Lima, ed.
Minerva, Lima, 1997.
MILLAR CARVACHO, RENÉ: La inquisición de Lima. Signos de su
decadencia, 1726 – 1750. Lom Ediciones, Chile, 2004.
TORIBIO MEDINA, José: Historia del tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición de Lima (1569 – 1820), tomos I - II, Imprenta Gutenberg,
Santiago, 1887.
WILLIAMS M., Jerry: A New Text in the Case of Ana de Castro:
Lima’s Inquisition on Trial, en University
of Kentucky Foreign Language Conference, Lexington, 29 de abril, 2000.
Hola buenas, estoy escribiendo un artículo precisamente sobre este auto de fe. Me ha parecido muy buena la entrada y quería felicitarte por la información y sobre todo por poner la bibliografía final. Un saludo
ResponderEliminarInteresante y una verdadera desgracia para los cristiandad entera, pero era fruto de la época. Y ahora aunque ya no se ahorca o quema públicamente s una persona se le destruye de muchas maneras, en eso no hemos avanzado mucho.
ResponderEliminarGracias por la info. Terrible lo que sucedió con la Inquisición. Sabrás donde podría encontrar la lista completa de los condenados por la Inquisición de Lima y los delitos?
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